
Enrique Cabrera Rochera cuenta con más de 25 años de experiencia en el campo de la gestión de servicios de agua urbanos. Su tesis doctoral se desarrolló en los temas de Indicadores de Gestión y Benchmarking. Es co-autor de los manuales de Indicadores de Desempeño y de Benchmarking publicados por la International Water Association. Ha sido Vicepresidente de la International Water Association (2018-2022), formando parte de su consejo y presidiendo además la editorial IWA Publishing y el grupo especialista de Benchmarking y Evaluación del Desempeño de la misma asociación hasta la fecha. Enrique es catedrático de universidad en la Universitat Politècnica de València, donde imparte clases de Mecánica de Fluidos. En la actualidad ocupa el cargo de Subdirector de Innovación y Comunicación en la ETS de Ingenieros Industriales de Valencia.
¿Qué retos crees que tiene pendientes la industria de las piscinas?
En la situación actual de escasez creciente de agua (que puede empeorar significativamente debida al cambio climático) la industria de las piscinas puede afrontar una presión social creciente por el uso recreativo que se hace del agua (frente a otros usos que pueden ser más prioritarios). En este sentido creo que cada vez serán mayores los requisitos de eficiencia en el uso del agua que podrán exigirse legal o moralmente a los propietarios de piscinas, y es posible que veamos cambios a nivel tarifario.
¿Cómo crees que la ingeniería puede ayudarnos a optimizar su uso de una manera más sostenible?
Estoy convencido de que existen soluciones técnicas posibles para garantizar que, una vez llena, prácticamente no requiera agua adicional. Por desgracia este no suele ser el caso en muchas de las piscinas actuales que requieren un consumo de agua puntual o incluso constante. De manera adicional, creo que es necesario en este sentido, que los usuarios tengan una mayor información acerca del uso que hacen de agua en sus piscinas y de la eficiencia de las mismas. Por último, creo que en un futuro algo más lejano, podría llegarse a plantear que el agua de las piscinas no fuera agua potable de la red, sino que se pudiera reutilizar agua (de lluvia, etc.) debidamente tratada y con todas las garantías sanitarias.
¿Cuál crees que deberían ser las acciones prioritarias para una mejor optimización del agua dulce en zonas geográficas deficitarias?
Creo que puede seguir avanzándose en lograr una mayor eficiencia en cada una de las etapas de captación, producción y distribución de agua. Y por supuesto que podemos mejorar también mucho en la eficiencia en el uso. La agricultura como gran usuario ha visto aumentada su eficiencia de manera notable en las últimas décadas, pero puede seguir ofreciendo grandes ahorros ya que una mejora de la eficiencia generalizada en el agua de riego supone un porcentaje muy importante del total.
Sin embargo, creo que también es importante comenzar a realizar una priorización de los usos. Entender que el agua que tenemos es limitada y que necesitamos establecer prioridades en su uso, y también exigir garantías de eficiencia en el mismo.
“El agua es un bien común, es escaso, el acceso al agua y el saneamiento son derechos humanos, y tenemos que comenzar a ser mucho más exigentes con todos y cada uno de los usos que de ella se hacen.”
¿Crees que el uso sensato de piscinas en zonas de restricciones de agua es un problema o puede ser una solución a nuestra salud ante el aumento de las temperaturas?
Cualquier uso del agua en zonas con escasez de agua debe ser revisado con unos criterios claros y racionales. Es indudable que, en un escenario de muy altas temperaturas, el baño en el mar o en una piscina puede aportarnos una calidad de vida mucho mayor como lo hace el uso del aire acondicionado (pese al impacto de huella de carbono que tiene). Es importante realizar campañas de educación y concienciación para evitar simplificar en exceso las problemáticas. Necesitamos conocer mejor los usos del agua y entender la eficiencia en cada uno de los mismos.
Las piscinas no pueden ser una excepción. Pero creo que, como en todos los usos, tenemos margen de mejora suficiente como para poder seguir disfrutando de usos recreativos del agua limitando en gran medida su impacto en la disponibilidad del recurso. Eso implicará seguramente un cambio de paradigma en el uso que hacemos del agua en las piscinas, con un enfoque mucho más consciente y responsable. Pero si lo logramos, creo que el uso de las piscinas puede hacernos en el futuro mucho más llevadero un clima que cada vez se torna más severo.